Es el año 332 a. E.C. y Alejandro Magno llega con su ejército a las puertas de la ciudad de Tiro, la magnífica y gran ciudad Fenicia del Mediterráneo Oriental, en el actual Líbano, con la intención de hacer un sacrificio a Heracles, de quien se decía ser hijo, divinidad Macedonia que veneraba y que estaba comparada con Melkart, dios principal de Tiro.
Esto no le cuadra al hijo del rey Acemilco y los ancianos de la ciudad, que se encontraba ausente, que lo habían recibido con regalos; así que cuando volvieron a la ciudad los tirios decidieron negarle esa petición pues se entendía que el hacer ese sacrificio era reconocerlo como monarca, así que cerraron las puertas dejando al macedonio en las ruinas de la antigua Tiro.
Decimos que Alejandro estaba en la antigua Tiro, porque existían dos ciudades, la continental y la Insular, la continental la destruyó el rey Babilonio Nabucodonosor desistiendo de la Insular, la construida en la isla a un kilómetro de la continental, después de trece años de asedio.
Los tiros se dieron cuenta de las intenciones de Alejandro, pues desde que derrotó a Darío III en la batalla de Issos, donde estuvo de a punto de ser capturado, las alas de Alejandro fueron cada vez más grandes y rápidas pues ciudades como Arados, Bíblos y Sidón se rindieron sin presentar batalla, por lo que fue un paseo.
Tiro fue su primer reto en el camino a Egipto para la conquista del Maditerráneo; podría haberse di dirigido hacia el interior pero entonces Tiro, aliada del imperio Persa, hubiera sido refugio de los hombres de Darío III dándole la oportunidad al emperador recuperarse y frustra los objetivos del joven macedonio.
Entonces Alejandro se enfurece y decide tomar Tiro a la fuerza, por las armas, como sea, pero se empeñó en tomarla.
Pero como hemos dicho, Tiro se encuentra en una isla y sus dos puertos están bien defendidos por la flota fenicia, como por unas murallas de 45 metros de altura; después de examinar la forma del asedio deciden los macedonio a hacer un terraplén con las ruinas de la antigua Tiro para poder acceder a la isla.
Los tirios se vuelven pasivos y deciden esperar a que los macedonio a se cansen igual que los babilonios. Pero este joven no era como Nabucodonosor, este estaba empezando a conquistar y con ese ímpetu juvenil, no lo pararía el mar.
El asedio dura ocho meses mientras Alejandro presiona por mar; varios enfrentamientos navales se producen alentando a los tirios que frenan a Alejandro. No obstante, cuando los macedonio se están a unos centenares de metros de las murallas, los tirios reaccionan pues ven como las aguas de los puertos comienzan a subir y hacen salidas para destruir las dos torres de asedio que están en el terraplén para acceder a las murallas.
Estas Torres estaban recubiertas de cuero y pieles para proteger a los soldados de los dardos incendiarios tirios. Los defensores por su parte planearon una estrategia nueva, llenaron una nave de rastrojos y matojos secos además de cualquier material combustible como pez y azufre y la arrojaron contra las torres de asedio, y estas fueron destruidas.
Alejandro no se amedrentó, ordenó que el terraplén debería ser más ancho y unas nuevas torres deberían estar en el lugar de las primeras. Llegaron los navíos-ariete, dos barcos unidos por cuerdas que en medio llevaba un ariete para golpear las murallas.
Los tirios sabotearon la mayoría de las ideas de los macedonios, pero Alejandro se recomponía; un ejemplo fue que los buceadores tirios cortaron las cuerdas de las anclas, dejando a la deriva varios navíos, así que Alejandro mandó construir cadenas de hierro para las anclas.
Otra estrategia fue calentar arena en cuencos de bronce para ser arrojados a las filas macedonias, estos según relataría Diodoro “se retorcían en una agonía insoportable, tratando de sacudirse la arena“.
Entonces llegó el día del asalto final y Alejandro atacó por todos los flancos; los tirios estaban desbordados, los macedonios estaban por todos lados, así que el ariete hizo su trabajo y abrió una brecha que dio la oportunidad de que varios soldados entraran para abrir las puertas de la ciudad, por donde entraron los griegos, como un caño de agua de una manantial se tratara.
El resultado fue la masacre que Alejandro infligió a la ciudad, 8.000 tirios asesinados, 2.000 crucificados y 30.000 vendidos como esclavos.
Y Alejandro siguió con su avance hasta su nueva ciudad en Egipto, Alejandría.
Bibliografía:
National Geographic historia
www.historiaalago.com
www.siempreconectado.com
Jw.org
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