Roma siempre se ha caracterizado por su gran opulencia a la hora de celebrar cualquier festejo en su capital, sabemos de los grandes juegos que emperadores como Calígula, Nerón, Domiciano o Cómodo proporcionaban a la plebe. La lucha de fieras, las carreras de caballos, las representaciones de batallas y como no, los Gladiadores, el gran espectáculo.

De la primera que se tiene constancia fue la celebrada por Julio Cesar cuando regresó a Roma después de su gran victoria sobre Pompeyo y sus seguidores en el año 46 a E.C. Ordenó construir un estanque artificial en el Campo de Marte y allí, después de cuarenta a días de festejos culminó la celebración con una gran batalla naval entre dos flotas de birremes, trirremes y cuatrirremes manejadas por 4.000 remeros y 2.000 tripulantes. Tanta expectación suscitó el nuevo espectáculo que Roma fue un hormiguero como nunca lo había sido, y tanta huella dejó que se recordaría por siglos.

Estas Naumaquias siempre representaban batallas ocurridas en el pasado. Eran auténticas representaciones, verdaderas batallas, sangrientas luchas, era vida o muerte; los condenados a vivir esa experiencia se vestían con los uniformes de tirios, persas, atenienses, egipcios, etc, según la Naumaquia. La cantidad de hombres que eran obligados a participar llegaron a la cantidad de 19.000 según Tácito cuando cita la Naumaquia que celebró el Emperador Claudio en el lago Fucino (52 E.C).
Los participantes sabían que no solo se jugaban la vida, sino algo más valioso, la libertad, así que ponían toda la carne en el asador y luchaban, maniobraban, mataban y sobre todo daban espectáculo con sangre, con mucha sangre, así que cuanto más espectáculo más posibilidades de vida y libertad había.
Es interesante saber que el Coliseo cuando se representaron dos Naumaquias bajo el mandato de Tito en el 80 E.C. el tiempo que tardaron en inundarlo rondó entre los 30 y 80 minutos necesitando 4.241 metros cúbicos de agua obteniendo un calado de un 1,50 metros que necesitaban las naves.
Pero todo esto era muy complejo y costoso de organizar ya que se necesitaba un gran botín de guerra, y eso fue lo que ocurrió con Marco Ulpio Trajano cuando terminó la campaña contra la Dacia y rey Decebalo y Arabia que mandó construir una gran Naumaquia en un estanque cerca de la Colina del Vaticano localizado cerca del Castillo de Sant'Angelo, siendo uno de los últimos emperadores que celebraron tal fausto juego.


Como siempre siempre había que podía permitirse el lujo de hacer pequeñas Naumaquias privadas, como los hijos del Senador Logio que la piscina de la finca de su padre organizaban dos flotillas de barcas con esclavos jóvenes para representar la batalla de Actium.

¿Cuándo dejarán de sorprendernos estos romanos? Espero que nunca.
Bibliografía:
National Geographic Historia, n* 151
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