Después de alcanzar la paz entre Muhammad al-Zagal y Abu Abd Allah al-Boabdil en el reino de Granada en 1486 seña tea un nuevo dilema, las tropas castellanas al mando del Rey Aragonés se dirigen a la puerta de entrada a la vega, en madinat Lawsa, la actual Loja.
Entre los dos nazaries se llega al acuerdo que sea Boabdil quien se encargue de poner freno altos infieles cristianos ayudándolo desde Garnata si es necesario.
Alí-Atar |
Durante este tiempo Fernando II intenta conseguir la rendición de la plaza, que esta vez no es bien defendida por los soldados del difunto caudillo Lawsí, Aliatar y suegro de Boabdil.
El monarca granadino envía mensaje a su tío para que lleguen refuerzos, pero este omite la petición haciéndose fuerte en la Al-Hamra, actuando como el único sultán de Granada.
Boabdil, rey que no tiene espíritu guerrero, y que doblega ante la más mínima objeción, se entera qu entre las tropas castellanas está su amigo Gonzalo Fernández de Córdoba, al cual hace llamar para parlamentar sobre la rendición de Lawsa.
Fernando II, el Aragonés, lo envía aprovechándose de la relación entre ambos forjada en cuando Boabdil es apresado en Al-Yussana, la actual Lucena, y pasa varios años cautivo. Gonzalo sabe hablar árabes y esto le hace valioso, como también lo honorable que es con sus enemigos.
El gran capitán se reúne con el monarca nazarí en la torre Benjebit de la alcazaba Lawsí, donde estaba recluido. Allí parlamentan la rendición de la plaza, si ayudan a que Boabdil entre en Garnata y pueda hacerse con el control de la capital eliminando a Al-Zagal, y como no pagando una paria elevadísima.
Según la crónica de Guzmán, encontrada por Alberto Izquierdo en el archivo de Loja, sucedió de esta forma:
Aquella tarde recibió el Rey en el Salón de Audiencias a la Embajada cristiana. La sala era anexa a los aposentos reales, estaba orientada a poniente y desde sus grandes arcos apuntados se divisaba el valle y el recodo del río, las ventanas estaban cubiertas con celosías trabajadas con motivos florales que proporcionaban un bellísimo juego de luces y sombras.Boabdil permanecía de pie. A su diestra sus hijos los príncipes Yusuf y Ahmed, al otro lado Abul Hassan Alcaide de Málaga y el Capitán Hamet el Zegri. Asistían los alfaquíes, cadíes, ulemas y alguaciles principales del reino.La delegación castellana la formaban el Marqués de Cádiz y Don Gonzalo Fernández
Córdoba, escoltados por tres Maestres de la Orden de Alcántara
Tras la Oración y el protocolo, Alí-Atar que ejercía de Mayordomo Real invitó a Audiencia a los embajadores.Expuso el Marqués de Cádiz: "Actuando Don Fernando, Rey de Aragón, en Su nombre y en el de la legítima Reina de Castilla, Doña Isabel. Ofrece a su majestad un feudo en el Reino de Granada compuesto por las tahas de Berja, Dalías, Bolduy, Andarax, Marchena, Juviles, Láchar y Ugíjar. Así como el mantenimiento de los privilegios heredados para Sí y sus herederos."Inclinóse el Rey de forma displicente, mientras hacía una seña cómplice a Alí-Atar. Quién exhorto al Marqués para que continuara.-" Y sea todo por la entrega de este Castillo, la ciudad de Granada, así como de las plazas y torres que entre ambas villas hoy se conocen."
Los ojos del gran guerrero Hamet El Zegri, mostraban su cólera, cuando intervino: -¡El Rey Muley Abu-Abdalla-Babdalí, que lo es por designio del queTodo lo Puede, gobierna súbditos leales, hombres y mujeres de Fe, a los que no abandonará su Guía!-.Sus gritos retumbaron en la sala, y tras un tenso silencio el Príncipe Ahmed reprobó su comportamiento, recordándole que sólo el Mayordomo Real podía hablar en nombre del Rey.-Intervino Don Fernando, fijando la mirada en Hamet:- "Se dispondrá conforme a Justicia, el número de súbditos, que fueren precisos para el gobierno y el servicio de la Corte. Y sea todo firmado en capitulaciones en esta plaza y fecha"Boabdil hizo una reverencia y se retiró, tras él su Consejo. Aproximadamente durante una hora permanecimos en silencio observando a los soldados castellanos que impertérritos aguardaban repuesta. Entonces apareció Alí-Atar portando un cofre en sus manos y entregándoselo al Marqués de Cádiz, le dijo: "Sea signo de la voluntad de paz del soberano nazarí para los reyes de Castilla". -Despidiéndoles a continuación con gran cortesía.
Cuando el séquito cristiano abandonó Loja por la puerta de Alhama, ésta fue cerrada y sellada izándose un estandarte negro grabado con letras doradas con el nombre de Dios y del Profeta.Lo que dio pie a la batalla del día siguiente donde la artillería castellana hizo bien su trabajo; Guzmán lo sigue describiendo:En la anochecida formaron el grueso del ejército Regular del Rey, las guardias y las milicias en el patio de la Alcazaba militar, también llamado del Aljibe. La luna se reflejaba en las armaduras de los Alguaciles, el viento hacía ondear las señas y estandartes. El Rey otorgó solemnemente a Hamet El Zegrí el mando del ejercito nazarí para la defensa de Loja y con ella de todo el reino. A continuación se reunió el consejo real y los capitanes con objeto de diseñar la estrategia para la defensa ante el asedio.Se cerraron todas las puertas excepto el acceso por el puente donde acampaban los ejércitos de auxilio llegados desde las plazas de Salar, Montefrío, Illora, Zagra, Colomera y Moclín. A ellos correspondería el enfrentamiento en campo. Para ello deberían movilizarse durante toda la noche, puesto que había de cruzar el río y bordear la ciudad para apostarse estratégicamente. Durante toda la noche hubo movimiento continuo de soldados, carros y armamento, mientras los herreros trabajaban dando temple a espadas, lanzas y dagas. Los sirvientes y esclavos fuimos asignados como pajes de arqueros o de artillería. Mi señor, me había instruido en la escritura y el cálculo por lo que fui destinado al torreón mayor, donde los vigías se encargaban de calcular la distancia a la que se encontraba el enemigo y su número.
Poco después del amanecer, apareció por el horizonte el ejercito del Rey Fernando. Avanzaban en línea semicircular hacia nosotros desde el camino de Alhama hasta sobrepasado el de Antequera.Divisamos pendones y estandartes de Castilla, Aragón, Navarra, León y Sicilia, así como armas de las ciudades de Trujillo, Toledo, Plasencia, Benavente y otras. Gonzalo Fernández de Córdoba mandaba el estandarte con el águila de San Juan, seña de la Guardia de la Reina Isabel. El ejército estaba compuesto por doce mil jinetes y cuarenta mil infantes. La caballería la formaban Maestres y Comendadores de las Ordenes de Santiago, Calatrava y Alcántara, monjes combatientes célebres por el bellaco saqueo de Higueruela y Antequera.Los hombres de a pie pertenecían a muchas casas y armas, incluso de otros reinos cristianos. Al frente de todos el católico Rey Fernando.Sólo la visión provocaba el pánico. Aunque Dios quería mantener Loja en el seno de la verdadera Fe, aquel ejército a nuestros ojos parecía invencible.
Y al día siguiente ocurrió lo inevitable, Lawsa cayó en manos enemigas ondeando el pedón castellano en sus almenas.
La intervención de Gonzalo Fernández de Córdoba fue importante pues consiguió mediante parlamentar ocasionar el menor daño posible.
Es interesante que en esta crónica se nombre al Gran caudillo Alí-Atar cuando sabemos que fue muerto en 1483 en la desastrosa campaña dirigida a Al-Yussana, Lucena.
Así que tal día como hoy la puerta andalusí al último reducto islámico en la península es abierta, haciendo que la caída nazarí llegue en seis años.
0 comentarios:
Publicar un comentario